Empecemos por lo más importante: ¿en qué cosiste exactamente el trastorno por atracón? Se trata de una enfermedad que forma parte de los Trastornos de la Conducta Alimenticia y que, tal y como su nombre indica, se caracteriza por los episodios de atracones de comida incontrolados, que no se corresponden con el hambre real que experimenta la persona. Así, quienes desarrollan trastorno por atracón desarrolla una dinámica en la que en determinados momentos siente la necesidad de comer inmediatamente cantidades relativamente grandes de comida, algo ligado a lo que se conoce como hambre emocional: la persona “aprende” a mitigar su malestar a través de las sensaciones que le produce el acto de comer, a pesar de que su cuerpo no necesite esos alimentos y de hecho ese le genere un problema de salud superior al problema que le hace sentirse mal en ese momento Por otro lado, este trastorno no es ta famoso como la anorexia y la bulimia, patologías que llevan años recibiendo la atención de los medios de comunicación y que suelen atraer los focos de todas las campañas de sensibilización en salud mental, lo cual complica su prevención y tratamiento rápido cuando aparece: muchas veces, las personas que lo sufren tardan mucho en identificarlo como un problema, y en ocasiones asume que forma parte de sus hábitos o de sus “manías”. Esto puede ser debido a que se asocia a los Trastornos de la Conducta Alimenticia con la preocupación excesiva por controlar lo que se come, y esta patología parece ir en contra de esa lógica. Sin embargo, si lo examinamos detenidamente, nos daremos cuenta de que el trastorno por atracón tiene mucho que ver con la bulimia, aunque en este caso no se llevan a cabo conductas de purga como el vómito inducido (lo cual evita afectaciones mayores en la piel de las manos y en el tracto superior del sistema digestivo, pero a la vez incrementa las posibilidades de sobrepeso, mientras que el riesgo de malnutrición se mantiene).
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EL IMPACTO DE LA PANDEMIA DEL CORONAVIRUS EN LOS CASOS DE LA AGORAFOBIA.
La agorafobia es, ante todo, un trastorno psicológico que forma parte de los trastornos de ansiedad, categoría en la que quedan englobadas alteraciones mentales basadas en una manera disfuncional de gestionar nuestros pensamientos y emociones cuando algo o alguien nos hace sentir ansiosos (y que, como resultado, hace que nos sintamos de esa manera con mucha frecuencia). En concreto, las personas que desarrollan agorafobia están muy predispuestas a sufrir intensos ataques de ansiedad ante situaciones en las que perciben que sería complicado huir de un peligro si este apareciese y/o en las que no podrían disponer de ayuda en caso de que les pasara algo malo (como por ejemplo, sufrir el propio “pico” de ansiedad). Por ello, alguien con agorafobia adopta una serie de patrones de conducta basados en la evitación de esos lugares “amenazantes”, que al contrario de lo que se suele pensar, pueden ser tanto lugares abiertos (una calle ancha y muy transitada) o cerrados (un ascensor): lo importante es el grado en el que la persona percibe que en ese sitio está protegida o puede disponer del apoyo de alguien implicado en su bienestar.